
La liebre y el felino apreciaban el panorama. En un orgasmo del inconsciente, la liebre encendió un cigarrillo, suspiró una bocanada de dióxido y dijo al felino:
—Los pasos, y los decibeles que arrastran, ¿serán el peso de la masa corpórea o el peso de la ánima?
El felino después de meditar tan espontánea pregunta contesta:
—Se deben a la masa del individuo evidentemente, las palabras son el peso de la ánima.
La liebre, concedió un breve silencio, como si se preparara a darle un zarpazo rendidor a una incógnita nimia:
—¿Entonces porque arrastráis los pies?
Y rieron histéricamente…
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