Hoy un ánima se apoderó de mis manos. Perdí control de ellas y se encaminaron a un cajón que servía como ataúd de remembranzas. Mis manos titubearon; varios segundos, días, tal vez años pasaron por mi mente.
—¡Ah! ¡No sé cómo me he permitido caer, cómo me permití olvidar! A ti, que tantas arias, sonatas y scherzos has hecho resonar en mi corazón.
Así el ánima gradualmente secuestro mis facultades y mi aparato fonador tarareó la sinfonía que complementó a la triada como cuarteto de imponentes decibelios.
—Asimilo lo que alguna vez fue el recipiente de mi sustancia. ¡Lloren hermanos míos, y canten a gritos mudos, hoy y no otro día se nos permite ver con el ojo material... una vez más!
—¡Oh glorioso alba! Anuncias la llegada de toda ánima despojada de su maquinaria tangible, ya sea por Eros, violencia o el inclemente danzar de los tiempos.
—¡La fragilidad del cuerpo no cesa de asombrarme! El calor y el continuo caos abundan en este nuevo (viejo) yo, fluye como sangre impulsada por adrenalina.
—Beso la frente de mi amada, contemplo su fino perfil, estrecho su cuerpo esbelto y pródigo, recorro con la mirada hasta lo más recóndito... ¡Ay de mí! Esperar año tras año para tan breve momento; tomo las ofrendas, las digiero paulatinamente, ¡cómo fue que nunca supe vivir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario