2009-04-18

AbRaXpAl

Las escogí del baúl. Las acomodé minucioso. Las regalé en conjuntos diferentes porque en realidad es la única magia que posee y regala el ser humano. Hacen del papel una carta, un libro, un aviso u obituario. Crean y evocan. Nos transportan e incitan. Unas nos pueden revivir y otras nos matan sin remedio. A veces se nos escapan, vuelan desde un par de labios húmedos hacia un oído extasiado, y rebotan en la almohada, se tienden en la cama, buscan sexos entre las sábanas. Otras se materializan en las calles infestadas, en las escuelas decaídas, en los bares que se llenan de discípulos y maestros que de entre sus papilas se dilata la memoria de unos intrépidos que las han forjado con miles formas y colores, artesanias cuyos creadores tienen nombres que engendran las mismas y otras voces. Por igual el alburero, el soldado, el narcotraficante, el cantante populacho, el músico del camión, el burócrata, el asesino a sueldo y hasta el vago han sorteado su candor, a veces sin comprender lo majestuosas que son.
Así vierto, plasmo, describo, nombro lo que tantos oídos, narices, ojos, lenguas, y dedos han vociferado al unísono. No son tuyas, ni mías, sí de todos y de nadie. Y los menciono a todos y el tiempo es víbora mordiéndose la cola, el espacio se llena con el hace mucho, ahorita y el quizás. Por más que me empeñé en rebuscarlas y adornarlas, siguen siendo las mismas. Siguen en fuga, cuanto más me aferro se deslizan, se pierden, regresan...

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