Llego cuando la sangre del día
salpica al cielo y a sus nubes.
Con mi pasado y futuro
construyo tortugas de arena.
Somos tres puntos diminutos
en la doble constelación
que es la mar y la noche.
Mi presente es obstinado,
se detiene siempre en su faena
con la mirada perdida hacia el vientre
preñado de sal y agua.
Mientras, aquél erige la frágil memoria
y el otro hilvana con fragmentadas rocas
el solaz de un nuevo día.
Mi presente aún absorto
le hace letanías a la luna
y ésta sólo ofrece la máscara
en su media cuna.
Sólo tenue luz, arena y bruma,
antes y después diluidos
en esta agua que se esfuma.
Y queda una roca estólida
plantada a media luna.
Regreso a las junglas de concreto.
Bajo uno de los pliegues del silencio
me pregunto si sigo siendo el mismo
hombre incompleto.
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