Allá te espera la semilla y los dioses de una raza bronceada.
A resanar tus luengas raíces en el mismísimo ombligo de la luna.
A orear tu piel y apilar tus huesos en tu primera cuna
Y ojalá regreses recién nacida…¡Llévate mis manos! te diré, para que tengas la fuerza suficiente para ahogar allí al niño bastardo que vive en tu corazón. Y quizá te sorprenda tal petición y mi triste silueta estirando sus brazos hacia a ti. Sólo procuraré, en ese momento, verte a los ojos, universos esféricos, y así quizás entiendas que era inevitable que hiciese esto porque algo recóndito e innombrable se me va contigo. Y te he de estrechar como si quisiese resguardarte en mi pecho y después besar tu frente para dejar mi impronta en ti.
Si a tu partida nada hice entonces ten por seguro que esto es exactamente lo que habría hecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario