Se encaramó en un nimbo; la quise desprender,
el viento sopló para que jamás le volviera a ver.
Lluvia grisácea caíste en la lejana foresta,
drenaste de su cuerpo febril y cristalino toda protesta,
para que de sus restos los ojos pudiese conservar,
aún en las caricias de inframundo,
éstos no perdieron su taciturno mirar.
Me los puse y lloré con ellos desde mis cuencas,
luego el izquierdo lo ingerí a falta de fuerzas,
el otro lo llevé hacia la alta gleba,
en tropel se abrieron unas rústicas puertas
de arena y granito, la vulva de la tierra.
el viento sopló para que jamás le volviera a ver.
Lluvia grisácea caíste en la lejana foresta,
drenaste de su cuerpo febril y cristalino toda protesta,
para que de sus restos los ojos pudiese conservar,
aún en las caricias de inframundo,
éstos no perdieron su taciturno mirar.
Me los puse y lloré con ellos desde mis cuencas,
luego el izquierdo lo ingerí a falta de fuerzas,
el otro lo llevé hacia la alta gleba,
en tropel se abrieron unas rústicas puertas
de arena y granito, la vulva de la tierra.
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