2008-12-01

Vaivén

Nuestros ojos cansados siguen perdiéndose en el horizonte a pesar de haber cruzado este camino muchas veces antes, nos dice una voz en estribillo. Y en lontananza, entre los áridos planos del id, nos encontramos a la montaña, faro solemne; vanagloría su majestuosidad al retarnos a conquistar sus anchas caderas y esbelta cintura. Llega el día, tras tribulaciones, que nos posamos en su cima cual corona al rey, sólo para ver hacia donde alguna vez yacía la tierra. ¡Oh abismo! Vértigo soez y seductor, nos invitas a tu insondable vacío para que de la incertidumbre encontremos una verdad universal: no eres miedo sino deseo puro e incontrolable de caer. Y allí, en donde todo empezo y terminará, es el único lugar adonde gozamos nuestro inmaculado albedrío.

No hay comentarios: