Yo pensaba que flotabas
como la pluma de una gaviota sobre las olas
que te deslizabas
como la sangre a través de una tierna herida.
Pensaba que en tu vientre reviviría
¿cómo aceptar que sólo de mí corrías?
Máscara de ángel ingenuo
donde cual agua se precipita
tu recuerdo, tu voz, tu mirada.
Faz de ninfa astuta
de versos, de embelesos, de ensueños
manantial en el que cual fatuo bebí
y no cesó en mí la sed.
¿Tan complicado el negarse?
¿Tan pesada tu liviandad?
¿Tan incrustadas las cadenas
del pasado de tus caderas?
¿Tan ávido tu corazón en necedad?
¿Tan sencillo callar y, sin más, fugarse?
Hoy se atenúa tu luz
imperante
imponente
lentamente
y con ella desaparece
tu somera silueta.
Como un lento
abrir o cerrar
(yo no lo sé ya)
los ojos por la mañana
o quizás por la noche
o incluso en una tarde
que se alarga sin merced.
(¡La verdad es que yo ya no lo sé!)
Me estabas perdiendo
niña eterna, testaruda
princesa fantasiosa y esquiva
de cobardes y delgadas venas
tu vanidad bien ha de estar satisfecha
pues he aquí que hoy por fin lo lograste.
(La decisión está tomada
ahora bien escojo a quien
con verdades me clama
y no confunde mal con bien).
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