2009-03-03
Smári ( I )
Aquí donde todo terminó, las gardenias florecen por doquier y los matorrales no alojan ningún animal viperino. El viento sopla liviano, transporta a las hojas de los abedules allá y de regreso; toda vegetación observadora ansía mudar sus raíces para acá. Alrededor y encima de mí, juegan las liebres y los perros de pradera, mientras disfrutan la ausencia de toda entidad humana. Los gorriones negros y pardos, ruiseñores de todos los colores como el arco iris, y los canarios dorados de oro auténtico se posan en la cabecera de mi cama, la cual no podrás ver; mis aposentos están a tres metros bajo tierra. Puedo ver desde mi sepulcro, una delgada franja celeste en el horizonte, con intensos destellos refleja el sol de enero; yo a ti sí te veo. Desde aquí os propongo: déjate inmortalizar por mi pluma, en cambio, os regalo la tierra de mi cripta. Aradla, sembradla, y que sus frutos nutran a vuestros sueños.
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