Sorteando mis memorias
dediqué horas a exprimir detalles
inventar sucesos, cambiar su orden,
bautizar a mis bastardos con tinta.
Regresando sobre mis pasos
dediqué días a contar improntas,
a ponerles nombres, banderas y colores,
y así proclamar como patria al camino.
Revisando en su totalidad mi cuerpo
dediqué años a excrutar mis cicatrices,
a crear unas nuevas, a reabrir las viejas,
para algún día poderme apodar Tiempo.
¡Mírame bien para no volver a voltear!
Pues un prisionero de su propio cuerpo
tiene uno derecho de poderlo ningunear.
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